Eras un ser de rutinas hasta que repetiste todos tus pasos y te encontraste justo de nuevo en el punto de salida. Acababas de penetrar en el portal en que todas las noches veías follando a varios espectros. Una vez tu fuiste uno de ellos.
La noche llega a un punto donde apenas es reconocible. La respiración es casual. Te atropella el sueño con sus oprobios, sus fantasías eróticas. Es manifestada la calle en una pintada donde te avisa que te des la vuelta y renuncies al amor. Y ya hace tiempo que deambulas por ese callejón de palabras grapadas a la puerta del centro cultural silencioso. ¡Das lástima, sabes!
En la calle tú eres lo más íntimo de una fruta, y te retuerces en tus propios zumos cerebrales, intentando sanarte como la manzana hija de puta. Sabes, en dos telediarios vas a cagarte de nuevo en todo y tú sólo acabarás perdiendo la cabeza por tu vecino que ni siquiera has visto y que ni sabes que existes.
Si sales a la calle no olvides hoy afilar tus dientes, comerás todas las aceras, vas a lastimarte como nadie te jodió en la vida. Los coches tienen la vía libre, tanto que hoy cruzan libremente por el campo o en las autopistas de la información, llegando a ti allá donde tú seas capaz de iluminarte.
Te gustan los huevos con bechamel -y yo me sumo a tu doctrina culinaria- pero las huellas hoy no pasan por la plaza que tanto has gastado con tus respiraciones y risas histriónicas. En dos horas estarás a punto de comenzar un sendero que ya hiciste y que hoy has decidido variar dentro de las dos o tres opciones de viajes combinados que todos los días te propones como una agencia de viajes con pérdida de maleta incluida. Sin posibilidad de reclamarte.
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