La pequeña pared se cubrió de poesía, y justo en la pequeña oquedad se perdieron siete palabras que definían la semana. La grieta que corría la terraza hasta llegar al alféizar de tu sexo actuó como cesura de las palabras y tu dolor dolió como un encabalgamiento abrupto.
La prisa, volvió de la mano de un consolador de hielo y dejó mis pupilas curadas de espanto, tanto como aquella imagen porno-ortográfica de una fálica tilde solitaria. Tomé el único acento virginal y le hice el amor todo el texto hasta el siguiente punto y seguido.
Porque soy un creyente de la eyaculación de la tinta, me resisto a que las paredes luzcan un blanco nuclear, por eso mis palabras son precipitadas como una tormenta sobre los rincones más recónditos de tu cara.
En un impulso de esos que sacan a pasear el corazón hasta la mañana con beso de despedida, derramaste todo el café sobre tus muslos y aparecieron, filas de hormigas que señalaron el camino a tus amantes.
Tu pared estaba casi irreconocible, dos palabras más y colapsarían los 30 metros cuadrados, por ello preferiste guardar los sujetos elípticos en una caja semiabierta para cuando olvidaras los nombres de esos amantes imaginarios que visitan tu casa y no tuvieras nada más que decirles.
Entre mis manos camufladas en tu boca y tus manos hundidas en un cubo de pintura, tuvimos la excusa perfecta para sacrificar un diccionario por el que no pedimos ni pagamos rescate para recuperar, en un salto de trapecista ciego, las palabras que rezumaban paredes.
1 comentario:
Hermoso, unico, maravilloso, magnifico. simplemente me encanta...yo tambien creo en la eyaculacion de las letras... y en los orgasmos entre los puntos suspensivos, que hermoso... un placer leerte Fran, disculpa si hago muy mias algunas de tus adoradas letras.
Un beso. Te leo.
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