Frecuento esas tardes lluviosas que nunca terminan de inundar los pluviómetros.
Frecuento esas pizarras que amenazan con el derecho de admisión.
Frecuento las calles que han perdido su nombre y han ganado universalidad.
Frecuento el año 1986 y juego al escondite con el dolor imborrable.
Frecuento las lágrimas que dejaste como migas de pan sin peces multiplicados.
Frecuento a tu novia que nunca dejó de nombrarme en sus sueños.
Frecuento los quirófanos, los cementerios, los juzgados y los divorcios.
Frecuento la Esperanza que hoy quedó sin clientes tras la última redada política.
Frecuento esas noches sin Luna que surgen tras dar tu espalda al mundo.
Frecuento esa hoja que cae sin tinta, sin escritor, sin novela, sin rumbo.
Frecuento las sacristías donde se alojan los guionistas de los ilusos.
Frecuento las botellas medio vacías donde puedo hacer pie sin emborracharme.
Frecuento el hotel donde un tipo cualquiera y tú, os encontrasteis conmigo.
Frecuento los túneles del metro antes que el primer suicida se me adelante.
Frecuento aquellos países que permiten visitar aquello que se pierde en el espejo retrovisor.
Frecuento los mecanismos del lenguaje, su engranaje, tu saliva y tus labios.
Frecuento los colegios no ajustados al marco legal imperante.
Frecuento el hormiguero épico de una obrera que robó un millón de pipas en casa de la reina.
Frecuento la insania los martes y jueves de 3 a 6 sin cita previa.
Frecuento mi amor cuando es ilegal, cuando solo tú y yo nos amamos.
Bostezo cuando mis poemas se entretienen con las musarañas y vuelven menos de los que entraron a por tabaco en aquel club de exhibicionistas de la palabra o Real Academia de la Lengua.