Advertencia para cualquier lector-reflector humano

La poesía no puede ser tu piedra angular
la poesía no podrá ser siquiera un poco de arena
la poesía quema o destruye la sangre cauta
la corrompida sangre la vuelve tinta
pintando con nuestra vida las hojas en blanco.
Por eso el miedo acecha mi cuerpo,
por eso mi teclado es la espada de Damocles
Así concibo los labios definitivos y rosas
de mis manos, de las caricias como espadas.
Así, brevemente, Reflector Humano
oía como me dictabas un deseo.

Bienvenida/o

denguecortos@hotmail.com

jueves, 8 de mayo de 2008

CARA o qué. No, sólo CRUZ de navajas....


Hubo un sitio una vez en mis recuerdos que se remontan a una noche que valió por todas.

Y corrí un velo tan negro que si hoy me acuerdo es porque he sido atropellado por una de esas canciones que duelen al oído.

Invoco, pues, casi al terrible dios Ctulthu que se me presenta españolizado con la cara de un yonki con el torso desnudo, los pechos de una menor mancillada y las piernas de leche de una prostituta vieja, pero vieja vieja.

Ahora que sudo pensando en lo que pudo pasar y que presentí, como la famosa película del final de nuestros días aderezado la alucinación con la reveladora estrofa de Mecano "cruz de navajas por una mujer/ brillos mortales despuntan al alba/ sangres que tiñen de malva/ el amanecer". Pensé en que la donación al pavimento de mi masa encefálica que ya colgaba casi del espanto, iba a ser instantánea, ¡oh, ritual barato de momificación ciudarrealeña, que hace de mis vísceras un bocadillo de los chinos a las 3 de la mañana en la Gran Vía de Madrid! Y no pasó, no pasó...

Pienso constantemente en una habitación de un pasillo que intuí, ¡como si en otra vida hubiera sido cliente de aquel prostíbulo! Intuí por la creciente tensión, sexual, violenta, hacia mis ojos, hacia mis otros ojos amigos, de que todos seríamos sacrificados en un último canto del cisne.

Obligados a poner la garganta mientras practicábamos una felación al micrófono infesto que se pasaban como un miserable porro entre las babosas hediondas, primates, ¡perdonad animalillos!

Por supuesto, no pagué nada, beber en una ciénaga es más recomendable que posar tus labios vírgenes de todo mal sobre aquellos vasos o botellas impregnadas del recuerdo de horas de sesiones sadomasoquistas o falangistas. Y recuerdo que nada me hacía gracia, y eso que suelo reírme bastante. E imaginaba un final triste para todos. De pronto una subida de corriente entra por la puerta, sube por la barra, quema los sillones y sus pelos púbicos adheridos, regenerándose en un vengador sexual de la inocencia y el decoro perdido, convirtiendo en un infierno terrestre aquel trozo de delincuencia inmaculado por siglos y siglos de constante involución.

Si no miré hacia atrás cuando uno de esos leviatanes me retó a una pelea de gallos fue porque tuve miedo. Tuve miedo a la posibilidad de que al encontrar sus pupilas tan entornadas, tan fuera de sí (tengo la firmeza de que nunca han estado dentro) ni siquiera esa locura interminable me hiciera despertar de la pesadilla aquella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ey esto es un ensayo de comentario saldraaaaaaaaaaaaaa