Advertencia para cualquier lector-reflector humano

La poesía no puede ser tu piedra angular
la poesía no podrá ser siquiera un poco de arena
la poesía quema o destruye la sangre cauta
la corrompida sangre la vuelve tinta
pintando con nuestra vida las hojas en blanco.
Por eso el miedo acecha mi cuerpo,
por eso mi teclado es la espada de Damocles
Así concibo los labios definitivos y rosas
de mis manos, de las caricias como espadas.
Así, brevemente, Reflector Humano
oía como me dictabas un deseo.

Bienvenida/o

denguecortos@hotmail.com

lunes, 20 de abril de 2009

Vendetta contra Roger Wolfe que se rindió al realismo


RUIDOS

Te sobrevienes a mi cuerpo, frágil nota de polvo carnal, a plazos. Asustando mis pelillos enroscados bajo la almohada. Allí donde la noche es eterna, sombra de sexos consumiéndonos privadamente. Los roces, el sonido angustioso de las horas exiliadas, nos precipitan a nuestras manos, hojarasca a 37, 38 grados.

Todo en la noche, no lo olvido, sólo en la nuestra, es delicado y donde un premio es un beso extraviado, yo intervengo como el cenicero que contiene los restos de impulsos fagocitados por el fuego fatuo en el que me he convertido.


EL CLICHÉ

Contradicción del instante pasado que ha sido capturado por tus ojos en 35 milímetros y del que no tengo resguardo para ilusionarme con el viejo poema del fotógrafo "se guardan todos los clichés".


LA PULPA

Encontré bajo la mesa el rastro de mi vida exprimida, el zumo sanguinolento y debí, ahora que descanso profundamente, darme cuenta de ésto cuando la licuadora se hundía en mi razón ayudada por mi mano traidora, compinche hija de puta, que apretaba la cuchilla contra mi pulpa. Mi sabor de muerto en vida envasado en un tetrabrick sin fecha de caducidad.


LA EXPLICACIÓN

La explicación sin idiomas, sin medios miedos, sin fundamentos fue una locura la noche que te conocí y te vi casi de inmediato, tendida. Balbuceando tu nombre, exhalando tu última bocanada me preguntaste por qué estabas muriendo. Por afinidad y porque mis palabras fueron insuficientes imaginé un disparo en mi sien y así deposité mi respuesta al lado de la tuya.


EL LETARGO

Crisálida perezosa y caduca, envuelve tus restos de primitiva oruga. Entre 10 centímetros de tierra húmeda, bulbo cordobés, creces buscando el centro de tu ombligo viendo el mundo defenestrarse por tu útero. El mejor camino para las huidas de las maquinaciones dolorosas.

Hedonista del colchón, despiertas a horas impronunciables. Abres los ojos y viene a ti la carne que colgaste en el último invierno en una oquedad de tu insustancial cuerpo brillante, faro de todos los dedos que avanzan a buscarte.

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