Sombras como un sombrero que pierde la cabeza, son las que me buscan las casualidades dolorosas, despacio, muy despacio.
Vidas llenas de superficial alegría como un fuego sin llamas ni calor, y que solo es porque creemos que existe.
Espejos sin forma que no encajan en ninguna casa son las personas que se precipitan en tus ojos, dolientes de tanto observar la nada.
Laberintos encerrados entre paréntesis son los problemas sin resolver, exponenciales, que aderezan la operación de un triste amargor desesperado.
Peines sin púas para mis manos que tantas veces se hundieron entre tus enredados pensamientos.
Cama sin arrugas para nuestras pieles retorcidas en campos de batallas ajenas al imperio de las sábanas y noches lúbricas.
Las monedas de tus bolsillos caen por tus muslos y llama la atención de los cuervos que te invitan a un café y tú cedes a cuidarles sus brillantes nidos en el confín del mundo del mundo sin fin.
Tu belleza universal, proscrita, la busco entre desperdicios de pasos interminables, indescriptibles e imposibles de seguir en una sola vida.
Los días me dejan inconsciente y cuando despierto sólo noches y sólo solo de nuevo estoy.
Quiero menos que las pipas hijas de puta que cayeron del manzano y decidieron joder jodiéndose, al no enterrarse en vida, ni tener descendencia ni perpetuidad.
Los árboles que nos vieron alejarnos se hicieron los locos para no incluir en sus anillos el hollín de nuestros cuerpos volátiles, desilusionados, que fueron digeridos por la tierra y sus circunstancias.
Mi vida se despieza como un muro de gotas congeladas, adosadas a ti con calefacción corporal a treinta y seis grados y medio.
Me he reservado un hilo de voz y una semilla de lo que fuimos, por si agarrara algo en mi garganta baldía de nombres.
1 comentario:
La suerte, a destiempo, es el colmo de la mala suerte...
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