
Recuerdo mi sombra como crecía
en aquellos zapatos de la infancia
y como su insondable abismo
salpicaba parte a parte las aceras.
Recuerdo como las tartas de cera
de tanto esperar los aplausos
quedaron suicidadas en mi casa
sin soplos, ni risas de agosto.
Recuerdo a mi sonrisa flaca
encajarse en una cara tibia
en un rostro que tras los espejos
sólo proyectaba la nada.
Recuerdo esa tarde áspera
condensada en un cristal amenazante
heridas sobre mi piel
a punto de derramarse.
Recuerdo como era a los 4 años
el cristalino tallado en mis ojos
mentira esperanzada, que vio
formar palabras a su antojo.
Recuerdo mis argumentos
de cuento tras cuento
y la voz de mi madre
acercándome el sueño.
Recuerdo para mis treinta penas
una alegría desesperada
una piel grande, quebrada
de años encajados en mala gana.
Recuerdo para mis treinta penas
la revolución de la belleza
éxitos, fracasos tuve para rato...
pero tampoco adquiriré tintes dramáticos
tan perjudicial no es cumplir 30 años.