Advertencia para cualquier lector-reflector humano

La poesía no puede ser tu piedra angular
la poesía no podrá ser siquiera un poco de arena
la poesía quema o destruye la sangre cauta
la corrompida sangre la vuelve tinta
pintando con nuestra vida las hojas en blanco.
Por eso el miedo acecha mi cuerpo,
por eso mi teclado es la espada de Damocles
Así concibo los labios definitivos y rosas
de mis manos, de las caricias como espadas.
Así, brevemente, Reflector Humano
oía como me dictabas un deseo.

Bienvenida/o

denguecortos@hotmail.com

martes, 1 de enero de 2008

En la oficina de la calle del Adiós

Se abre la oficina a las 12 de la noche y nadie coge un turno. Nadie coge un papel que demuestre que se está antes que el anterior. A veces rezuma un fastidio que se oculta con un saludo, ¡Felices Fiestas! -¿No iba antes que usted? -No, créame que yo llegué antes.

Si hay una fecha donde se guardan largas colas es precisamente ahora. Si quieres lotería. Colas. Si quieres regalos. Colas. Si quieres ver una exposición. Colas más que durante todo el año. Si quieres volver a casa. Colas. Comprar el Roscón. Colas. Dar un beso. Colas y colas en la calle antes de volver a los labios de donde nunca se ha salir en estos días.

-¿Perdone? Es aquí para... -Sí, póngase al final. Y otro que se va a quedar helado en la espera. Ahora que guardo esta fila recuerdo las veces que la he guardado. Hay un señor que pasa lista y tachas las ausencias. -Si, yo. -¿Este año no llevas ya tres veces?-Espero no molestarle en lo que queda de este. -No se preocupe, no es molestia, sólo hablo en voz alta. -Debería guardarse los datos maldito... -¿Me decía? -Nada, sólo que me sale muy bien imitarle.

Son las 2 de la mañana y después de tres copas y un par de niñas vomitando, me encuentro cerca de la puerta de la oficina. Respiro aceleradamente. Cojo un cepillo y me empiezo a quitar los recuerdos casposos y el olor de mi ropa que me recuerda a esa persona que veo por la calle subida a los labios de otro. Hoy he olvidado mi DNI e intento recordar quién soy y las veces que me he sentido ser yo. Me explico. Hay momentos en que uno...Puff...que petardada. Fumo el último idem que me queda. Ahora recuerdo aquello de la fumata blanca, sería en una convención de médicos disecadores del DNI. Los pensamientos que se pretenden dejar son siempre unos ocupas peligrosos, por eso espero que este humo de un escrito que tenía para tal ocasión haga las veces de adormidera de su agresividad y dependencia.

Son las 4 de la mañana y la masa se dispersa por lo que acabo de entrar en el edificio sin más problemas. -Su nombre, por favor. -Pues, creo que X.- ¿Algo que declarar antes de la expedición de la tarjeta? -Bueno, simplemente que lo intenté. Bueno, ponga usted el modelo de respuesta que tengan para estas ocasiones. -Bien, aquí tiene. -¿Ya? -Si, claro. -Bueno pues espero no verla en mucho tiempo. -Igualmente y Feliz Año.

Pasé una hora aproximadamente deambulando por los exteriores de aquella oficina, pensando si dentro de ese sobre que se me dio estaba algún consuelo o un cheque en blanco que me hiciera pensar de nuevo en la maravillosa Nada.

Al cabo de 5789 pasos y haber visto el mismo sobre en la misma mano que tenía el mismo reloj y el mismo perfume agarrado de las mismas personas que una vez me petrificaron, pensé en abrirlo. Lo sujeté ligeramente poniéndolo a trasluz de la farola que alumbraba toda la Calle del Adiós y vi una pequeña sombra. Lo abrí con la misma mano que había estado toda la noche a la intemperie jugando a ser la espada de Damocles de los baldosines. Un péndulo de carne que proyectaba la sombra ante aquellos edificios sombríos.

Lo abrí, y se cayó encima del zapato un papel, donde aquella administrativa insulsa a la que conocía de oída por conocidos y a su vez por padres, hijos y espíritus santos, grabó con sangre: "SENTIMENTALMENTE EN PARO".

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