
He de confesarte un secreto: "El agua embotellada formó parte de un cuerpo condenado a vagar eternamente en el ciclo vital humano".
Somos, pues, consentidores, esclavistas de una o miles de pequeñas gotas maldecidas (aceptado por la RAE).
El agua en la tierra es poderosa, los condenados se liberan. Por eso la lluvia, tus lágrimas, las mías, la mancha de humedad que rezuma, la huella de una pisada en la fuente, el arroyo perdido, las diez gotas de leche de un pezón, millones de etcéteras después, son reparadoras de injusticias.
Es fácil preguntarse el por qué de este estigma repetido por los 6000 millones de humanos.
La respuesta conlleva ponerte en peligro mortal, lee bien si aún no estás agonizando por este mundo: "La humanidad es rencorosa hasta un extremo enfermizo. Somete al pasado a la cárcel donde alguna vez se libera el engaño de sentirse libre".