Advertencia para cualquier lector-reflector humano

La poesía no puede ser tu piedra angular
la poesía no podrá ser siquiera un poco de arena
la poesía quema o destruye la sangre cauta
la corrompida sangre la vuelve tinta
pintando con nuestra vida las hojas en blanco.
Por eso el miedo acecha mi cuerpo,
por eso mi teclado es la espada de Damocles
Así concibo los labios definitivos y rosas
de mis manos, de las caricias como espadas.
Así, brevemente, Reflector Humano
oía como me dictabas un deseo.

Bienvenida/o

denguecortos@hotmail.com

martes, 25 de septiembre de 2007

La carta perdida a Aute

El amor puede ser más que una canción o sólo el fondo por el que se precipita algún deseo inerte, o beso cálido en el segundo del calderón más infinitesimal o caricia perdida.
Me lloviste Aute, hasta lo insoportable y si he podido reptar por tus voces de altibajos o tus frases cataclísmicas, ha sido únicamente porque el agua en mi cuello ha retrocedido oscuramente hacia la extinción de mis mejores sonrisas.
Es cierto lo oculto, lo taciturno de dos camas vacías, tanto como la feminidad que grabaste en un sueño, ¿o era un cuadro descatalogado? Sé que sabes quién es ella, confirmado queda en las ocasiones cuando habitaste este rincón de los sexos incompletos, con el borde de mi cama a punto de catapultarse hacia el abismo del eco insondable.
Consumo las bocanadas de palabras que me van colapsando en el Azul, y apenas consigo, consigues aliviarme, sólo repito como la oración más inútil, el placebo hiperbólico, "todo es un error imperdonable."
Cada canción de desamor la he pasado adelante y atrás, por lo que no me has enseñado su significado...ves, no sé como afrontarlo y huyo. No te lo reprocho.
Has preferido verme con la arena entre los dedos de mi compañera que no me haya, ya plastificados, sólo por ese descuido, a plomo o a dolores, o a piedra caigo en los pentagramas lacerantes.
A ratos soy Maldoror, has oido bien, pum, plas, catapún. Con esta piel cosida, plagadísima de cintas de cassette de enjuague y libros de mi exitosa-desconocida-íntima literatura viajera.
Los únicos pasos que recuerdo haber dado continuamente fueron en el pestañeo o tic-tac que se detuvo para regresar envejecido ahora, cuando la conocí, sí a nuestra ínfima gota.
Luis Eduardo, cuando pensé que ya habíba sido zarandeado suficientemente, el ritmo me secuestra en los recuerdos de siete imágenes imprescindibles, todas ellas tatuadas en una servilleta y sólo una, de cafetería. Y entre el 6 y el 8, encuentro como nunca imaginé hacerlo, unos ojos cerrados que gritan "Ay del raquitismo sentimental", el todo igual, mi mano derecha levemente torcida en el bolsillo derecho, en mis labios un "quizás luego" y nuestros anhelos de la pared y espada, Aute, que tantas veces la compañera rebobinada observó por mí.
Ahora cuando tus canciones son clavos sodomizantes, te despierto, te grito hasta desfallecer en la inopia del mareo, mar, piedad, sábanas abisales.
Mi búsqueda me aguarda en el tren que viaja hasta otro cuerpo sin nombre. Quizás busque el descabello inclinándome de esta manera, o quizás sea yo el propio quizás inseguro.
No me reivindicaré como tu oyente número uno, esto se lo dejo a otros más profesionales, sé que he venido a cerciorarme, ahora que te tengo delante, por la irrenunciable curiosidad que cuido, si las palabras al crearlas son sólo artificios o tienen sangre, piel, huesos, abrazos huecos, por los que merecer una sonrisa cuando te estrecho mi pseudo-alma desaparecida, como el hueso romo de una uva pelada para un niño.

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