Querid@s reflectores humanos, me gustaría plantearos una cuestión que me ha martilleado durante la tarde de hoy. Me gustaría que intentáramos llegar a una solución. Os animo a dejar algún comentario.
Todo viene a raíz de ver en el metro a una persona gritando porque estaba sufriendo un ataque de histeria nerviosa a causa de la cantidad de gente que nos aglomerábamos.
El planteamiento es como sigue:
Si el ser humano es un animal sociable por definición, aunque todos conocemos el caso del niño salvaje, si este ser humano tiene un trastorno de agorafobia (terror a los espacios abiertos) y deriva en un claro caso de autismo, se ensimisma, ¿este ser resultante puede seguir llamándose humano? No demos nada por sentado, centrémonos en la hipótesis inicial.
¿El factor externo lo es todo? ¿Las personas que no pueden relacionarse por estar toda una vida convalecientes, pueden seguir llamándose sociables- una de las características fundamentales de nuestra especie- y por ende, humanos?
¿Todo depende de la voluntad? Por ejemplo, ¿si estas personas que no pueden "ejercer" su humanidad por variopintas circunstancias (mentales, físicas, factores sociales como la pobreza, factores geográficos como ser el último habitante de un región desierta, etc), y sólo pueden desearla y si "desean" ser humanas, ese "deseo" por el mero hecho de sentirlo ya es suficiente para que le concedamos esa cualidad de nuestra especie?

Sírvanse por favor.
1 comentario:
Que haya personas que manifiesten problemas de agorafobia es una disfunción, la excepción que confirma la regla (el hombre es un ser social por naturaleza). Ahora bien, como tú preguntas: ¿Este ser puede seguir llamándose humano? Humano es una palabra polisémica. Si se utiliza como adjetivo implica una serie de valores afines a lo que se supone ha de entenderse como lo característico de nuestra raza animal. Si se emplea como sustantivo, entonces ejerce como nombre propio que nos vale para conceder una etiqueta (nombrar, designar) una especie. Igual que hablamos de “los humanos”, hablamos de “los peces” o “los insectos”. De modo que esta persona que sufrió ataque de histeria en el metro es un ser humano con una disfunción que la aparta de las características “normativas” que, según el adjetivo humano, debe aplicarse a un comportamiento habitual de todo hombre o mujer en su relación con el medio.
Joder tío, qué verborrea.
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