Advertencia para cualquier lector-reflector humano

La poesía no puede ser tu piedra angular
la poesía no podrá ser siquiera un poco de arena
la poesía quema o destruye la sangre cauta
la corrompida sangre la vuelve tinta
pintando con nuestra vida las hojas en blanco.
Por eso el miedo acecha mi cuerpo,
por eso mi teclado es la espada de Damocles
Así concibo los labios definitivos y rosas
de mis manos, de las caricias como espadas.
Así, brevemente, Reflector Humano
oía como me dictabas un deseo.

Bienvenida/o

denguecortos@hotmail.com

martes, 18 de septiembre de 2007

A ti...Mrs. Sexi

...Mrs. Sexi. Era más que una playa que brinda en la copa argárica de tus mañanas. A veces, se podía ver desde Ceuta, los montes abigarrados en cuyos senos se multiplicaba la nieve de lo perpetuable. Dos. Yo sólo quería ser dos. Y en un acto que secuestró mis ilusiones, aquella hoja que significaba el exilio voluntario hacia el Todo, me desdibujó como un boceto vacuo de mí. Elemento frágil y estulto. Tres. Las veces que derramé mi sangre de aquel bolígrafo sobre la arena en la playa oscura, que intentaba ser ella misma, cuyas lenguas marinas no dejaban de secuestrarle su identidad de conchas. El sustento sustancioso sustancial de toda aquella magnificencia mojada eran unos ojos, que fotografiaron ese instante, irrepetibles y más azules que la profundidad de la venda que nos cubre el mundo con su anestesia de siglos.
Ola, ¿qué tal ruedas sin la espuma?
Así camino en la umbría, reino de sombras heladas, apenas sin piernas pero elevado por sus caricias, en la dificultad de la estética idiota, simetría utópica que avientan las ideas en una hoguera que prende automática.
La rabia, sólo es incapacidad. Impaciencia de billetes para un viaje que se pierde día tras día, y que día tras día se acerca inexorablemente como aquella roca que amenaza con romper el mar y causar un agujero insepultable.
Mrs. Sexi, cuando vuelvas de tu angosto inframundo y te des cuenta que pudieron ser felices dos manos entrelazadas, morirás de nuevo, como el dolor que le sobreviene a un verbo al atizarle con la peor conjugación.
El amor de la mala fortuna se hizo un monumento entre las fábricas romanas de salazón, donde las heridas cicatrizan con celeridad y dolor. Y todo vuelve a tejerse cíclicamente por la negrura que musita la tierra yerma. Y nada empieza sin antes expirar de verdad. La imposibilidad de utilizar los términos medios, causaron el estancamiento del gris ciudad. Agolpándose, agazapándose con fruición en la estola aristoteliana del eclecticismo.
Porque yo no soy yo, sino un número indeterminado de rectificaciones, me ahogo, Mrs. Sexi. Pero mañana cuando tu mano deje mi escrito en paz, y las miradas se conviertan de nuevo en mi único tiempo, volveré a ese altar del cielo terreno, siguiendo su punzante inspiracion.
Marzo, 2006

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