
Intentemos utilizar nuestros ojos cómo cuencas que sean receptáculos de unas imágenes que brinquen hasta nosotros casualmente. Veremos porque nuestros ojos son el centro del mundo que más allá no hay nada. Tic tac, nada, tic, nada tac, nada más.
Aquellos seres deformes que se levantan entre tanta humanidad sólo son vomitivos a las 3 en punto. Luego son lastimosos con chaquetas y oficinas a cuesta, caracoles del capitalismo. Las calles, esquinas inmundas que nos recuerdan lo que debemos olvidar, nuestro pasado, nos silencian, Ohhhhhhhh. Lástima. Qué dictadura la de los adoquines sobre nuestras cabezas, qué hedor tan pestilente se extiende casi sobre las 3 en punto.
Tú piensas, surrealista, que la cordura es frágil, que no es interesante, y tienes razón hasta las 3 en punto. Las campanas que vienen después, repican a muerto, y se buscan los mismos que han de ocupar las tumbas o alojamientos sinceros, y es así cómo debe ser.
El fallecimiento de lo cotidiano es la punta a la que saco partido en todas las dimensiones, ahora que lees te poseo irracionalmente hasta la cordura o racionalmente hasta la locura. Elige equivocadamente no tienes más elección que hacerlo.

Compañeros que leéis el fruto de la demencia automática, corred. Corred antes que las palabras como estados enteros os ahoguen en la desesperación de una imagen vulgar, que os aparten de lo que esperáis de vosotros mismos y vuestro delirio creativo, huid ya, ¿a qué esperáis?
El paraguas cosido a la espalda de un loco es el grandioso poder genial de los trastornados, sólo ellos encuentran racional lo que nosotros tardamos todo una vida en poder soñarlo.
La palabra, el Verbo, el dios de la tinta, por fin, ha muerto.
(Vómito expulsado en forma de impulsos telefónicos en dos minutos y treinta y cinco segundos de escritura compulsiva)
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