
Cantaba Víctor Jara en un tema "el derecho de vivir en paz". Es posible que el respeto no se encuentre entre dos voluntades próximas, cada una de su padre y de su madre. Ahí radica mi pesimismo, en esa "voluntad férrea" (autoengaño por momentos) que sólo es un frágil mondadientes etéreo. Así hemos visto volver los espejos y las frías mañanas de piedra. Posicionamientos asépticos que no infectan ninguna decisión. ¡Qué descanso del dolor!
Las decisiones que surgen del miedo a la inseguridad son cadenas a tiempos remotos, a instantes que paralizan la razón, la nuestra, aviesa.
Las decisiones intermitentes dan lugar a equívocos, a gestos deseados, a una tarde de espera para un momento que nunca llega o cuando llega es tan oculto o solapado que sólo tenemos la percepción de haberlo vivido un instante anterior y que injustamente no habremos de sentir.
El respeto a la voluntad surge espontáneo, huye de lo que pueda contradecirla. Buscamos ese respeto a la paz emocional en el que al encontrar unos ojos que ya no te requieran, consigas detener tu celeridad convulsa.
Sería un buen principio.
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